Abrazando Ser la Obra Maestra de Dios


Vivimos en un mundo que mide nuestro valor por los logros, la apariencia o las habilidades. Es fácil mirar nuestras debilidades, limitaciones físicas o errores y concluir que no somos suficientes. Sin embargo, la Escritura nos revela una verdad completamente distinta. En Efesios 2:9–10 se nos recuerda que la salvación no se gana por obras, sino que es un regalo de gracia, y que “somos la obra maestra de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras.”




a palabra obra maestra transmite la idea de un diseño intencional, de arte y de valor. Una obra maestra no se fabrica en masa; es única. Lleva la huella del corazón y la mente del artista. Ser llamados la obra maestra de Dios significa que fuimos creados con cuidado, propósito eterno y con un valor incalculable. Cada detalle de lo que somos—dones, personalidad e incluso luchas—ha sido tejido con intención divina.




la obra maestra de Dios no significa que seamos perfectos según el estándar del mundo. Significa que Dios ve más allá de nuestras debilidades. Donde vemos fracaso, Él ve oportunidad. Donde vemos limitaciones, Él manifiesta Su fuerza. El Maestro Artista no descarta un lienzo por un manchón; al contrario, lo transforma en parte de la belleza final.




Esta verdad nos libera de la autocrítica. Nos permite descansar en el hecho de que nuestro valor no depende del rendimiento, la apariencia o la aprobación de otros. Incluso en medio de la fragilidad, seguimos siendo Su obra de arte.



La verdadera sanidad comienza cuando aceptamos la definición que Dios tiene de nosotros. El mundo puede definirnos por cicatrices, errores, discapacidades o diferencias. Pero Dios nos define como Sus hijos amados, creados a Su imagen, redimidos en Cristo y sostenidos por Su Espíritu. Confiar en este amor nos permite abrazarnos por completo—no ignorando nuestras debilidades, sino reconociendo que a través de ellas actúa el poder de Dios.




Cuanto más confiamos en Su visión de nosotros, más comenzamos a sanar. Pasamos de la vergüenza a la aceptación, de la lucha al descanso, del rechazo propio a la afirmación divina.



Hoy te invito a abrazar la definición que Dios tiene de ti. No permitas que las etiquetas del mundo ni tus propias dudas pesen más que la voz del Creador. Eres Su obra maestra—no a pesar de tus limitaciones, sino incluso a través de ellas. Confía en Su amor, descansa en Su diseño y permite que Su verdad defina tu valor

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